viernes, 7 de agosto de 2020

Por Liétor. Una ermita muy bonita, momias y un río fresquito, fresquito.

 



Uf…Qué pesado, qué pesado, ¿no ves que no me quiero levantaaaaaaar? Papito bonito, 4 palabras: no… me…quiero… levantar.

Después de una hora (En realidad fueron 3 minutos aproximadamente) me consiguió levantar.

Me arrastre al salón y desayune, más dormida que despierta. 

 

Parece que hoy vamos, rápido, ya tenemos práctica. Dos trenzas a la nena y listo, que Papá ya ha preparado las mochilas con agua fresca.

Así que al c0che

Mientras el mundo avanzaba yo seguía pensando en la cama.

Me  llev é el libro que me encanta: Harry Potter y el legado maldito: 19 años después la octava historia. Por el camino me había olvidado de la cama sólo por el libro: Me encantaba.

También me llevé el móvil para hacer fotos, para jugar cuando comenzasen las curvas y no marearme leyendo. Como no me inspiraba para escribir nuestra aventura de hoy, por la tarde le mordí el pelo a mi padre porque sí.

Y me llegó la inspiración.

Se me hizo un camino ni muy largo ni muy corto. No sabría decir cuánto duró porque estaba más que distraída con el libro y no mirando el reloj.

Aparcamos, nos pusimos las mascarillas (yo con mucha dificultad) y las gorras. En mi cabeza sonaba la melodía de Indiana Jones (na, na, nana, nanana….).

Lietor es precioso. 



Me puse a mirar la fuente como una boba hasta que llegó el guía turístico (que se llamaba Juan Pedro) y después de hacer muchas fotos a los edificios y las sombras  (para una historia llamada “Cementerio” de la que he escrito muy poquito y las fotos me van a servir)  fuimos a la plaza de Toros que a mí, sinceramente me parecía una calle más.





A l salir de la plaza subimos por una rampa enorme en la que yo pensé “vaya subidita” (soy muy fan de kung-fú Panda) hasta la Ermita. Era preciosa y estaba toda pintada con santos y santas y con los utensilios que utilizaron para torturarlos (Santa Lucía con sus ojos, por ejemplo).

Fotos del interior de la Ermita de la Virgen de Belén. Está totalmente policromado. Representa el mejor exponente de arte popular del siglo XVIII en nuestra zona.



También había una santa, que protegía contra la rabia, y tenía un perrete pequeño que me encantó. Había un balconcito donde las personas cantan los villancicos en Navidad (Con mi burrito sabanaero, voy camino de Belen….). También me llamó bastante la atención el balconcito donde se subía el cura para hablar desde ahí.

También ví un esqueleto que representaba la muerte que llega a todos por igual con una corona y un papiro que representaban al rey y al papa, que mueren igual que los pobres.

Salimos de la ermita y agradecí el frecubiri que me dio. 

Casa señorial de Rodríguez Escobar. La fecha de la portada reza 1655.

Como siempre,  mirando por las rendijas de las puertas. 

Empezamos a bajar y llegamos a una peazo de iglesia preciocisísima  en la que me fijé especialmente en una capilla enorme recubierta de oro. Me puse a hacer fotos como una loca, pero  mi móvil se quedó sin memoria para las fotos y Papá y Mamá me dejaron los suyos.






Después entramos al museo, aunque la U del cartel parecía una V. Yo me fui directa a la parte marítima, que eran los fósiles y conchas, junto con las caracolas. 





Cerca había una enorme colección de monedas, medallas y objetos personales que donó el pueblo y me pareció muy bonito porque la mayor parte de ese museo estaba creada entre todos.









También  estaba una pequeña parte que hacía referencia a las cosas de iglesia que ya no se usaban. 



Había una bonita escalera que me llamaba mucho la atención porque tenía una cuerda y yo intentaba pasarla pero Papá siempre me pillaba.

Luego el guía nos llevó por la escalera y yo me puse más feliz que si me hubiera llegado la carta de Howgarts. Estaba dedicado una mínima parte a los trajes y lo demás a los trabajos de la época: coser, hacer seda, bordar (el mantel que había era igualito al que hay en la parcela de mi abuela). 


Había un proyector de cine y un tapiz donde una persona estaba asustado, dos haciendo esgrima y los demás con cara de “lo de todos los días”.

 

Pasamos a una sala donde Papá dijo “cuidado que un señor te va a mirar” y justo había un maniquí que miraba hacia la puerta y me pegué un susto que me quedé muda hasta que vi que era una maniquí sentado a un mesa y quise matar a mi padre. Había más salas que representaban las habitaciones de una casa y casi me muero de ternura cuando vi que habían puesto una muñequita en la cunitaaaa.

Encontré una ventanita por cada sala. Las demás no me llamaron mucho la atención hasta que llegamos a una donde había espadas y cuchillos y una pistola  igualita a la que tuvo el abuelo de Papá.

Fuimos a un convento que casi no estaba iluminado y un órgano que empezó a tocar solo. 



El guía destapó una alfombra, el guía abrió una trampilla que estaba oculta bajo la alfombra. La abrió y vi una escoleras que estaban muy negras y me pregunté “¿Quién va a pasar? Porque yo, no”


Cuando encendió la luz, el órgano seguía tocando y bajamos por las escaleras y había una sala en la que sólo había unos cristales en la que se veian…. “Momiaaaas” (Se ve que vivo en una película de terror y misterio)  



Yo habría gritado de felicidad si Papá no me hubiera dicho Ssh, sssh”.

Me puse a mirarlas todas y encontré una con la camisa muy bien conservada. Intenté adivinar porqué habían muerto pero ná, ni una.

Me lo pasé genial mirándolas y me pregunté cómo se habían conservado tan bien. Bajó Mamá y volví a intentar jugar al juego de adivinar, pero nada, 0% aciertos. Me lo pasé muy bien mirándolas y después de un tiempo me obligaron a subir. Yo no quería y protestaba todo el rato, pero me acabaron subiendo.





Al lado del convento una escalerita bajaba al lavadero. Intenté empujar una puerta de madera para pasar dentro pero estaba cerrada. Dimos una vuelta y encontramos una puerta abierta y había dos filas de piletas, con plantas encima y yo dije “una planta, una pileta, una planta, una pileta…”



Salimos del lavadero y bajamos unas escaleras y allí encontramos  una presa donde yo quería tirarme para bañarme, refrescarme y pasármelo bien, pero no era el sitio adecuado.

Al acabar el tour  fuimos paseando un poquito por las calles y Mamá me dio palitos con pipas.

Al final llegamos a nuestro coche y nos montamos en el coche. ¡¡¡ Qué bendición quitarnos las mascarillas. (La mía se me enganchó en la coleta)!!!

Nos alejamos de Liétor poco a poco, mientras yo miraba por la ventanilla. Tenía seguro que volveríamos.